jueves, 19 de junio de 2008

Cámara en mano

Sólo por simple casualidad, este fin de semana vi dos películas de tópicos discímiles pero idénticas en su estilo. Una nueva forma de hacer cine se nos presenta inesperadamente, y quizás en un futuro arrase con los conceptos antiguos.
Hablamos de “cámara testigo”, “cámara subjetiva”, “cámara al hombro”. Este nuevo recurso se utilizó en estrenos como “El diario de los muertos”(George A. Romero) y “Cloverfield”( J.J. Abrams), que fueron filmados a partir del punto de vista de uno de los personajes, captando una realidad creada (porque lo que vemos no deja de ser ficción) y a la manera de un documental. Esto nos remonta a antecedentes como “El proyecto Blairwitch”, que para ese entonces, en mi caso particular, no tenía el ojo tan entrenado como para encontrarle su lado atractivo. Así vemos que esta manera de filmar no es nueva, pero ahora encuentra su mayor auge.
“El diario de los muertos” nos trae una historia “verídica” contada por un grupo de estudiantes de cine, en la que los zombies que cobran vida vuelven a ser los protagonistas. Es más de lo mismo, pero con la única diferencia de que los muertos reviven no por una plaga ni un experimento de laboratorio, sino por alguna razón inexplicable que no se llega a descubrir, es decir que la cinta tiene un final abierto.
Cloverfield, en cambio, trata sobre un monstruo a lo “Godzilla”, que ha llegado a la ciudad para destruirla por completo. La gente entra en pánico, evacúa sus viviendas, la policía se ocupa del desastre y todo queda ahí. Ese es el rasgo característico de ambas producciones, tragedias y muertes en vano pero sin un final determinado, y dejando entrever que la idea es “documentar para quien pueda ver el tape después del suceso, quien sea”.
¿Será que éste tipo de películas ha entrado al mercado cinematográfico por algún motivo en especial? ¿Es sólo llenarase los bolsillos recurriendo a un nuevo estilo que atraiga y cautive más al público, o es que se intenta realmente llegar a la gente y que ésta se contagie y haga sus propias cintas?.
A la hora de enfrentarse con los karmas de la sociedad (la violencia de todos los días, la pobreza, la desigualdad, las tragedias naturales, etc), cada uno decide “retratar” y captar el momento en el que se vive, como si fuera una fiesta de quince. El que filma tiene su rol: pase lo que pase él debe seguir con su cámara y no dejar de filmar. No suelta su filmadora para ayudar, sólo se comporta como un testigo ausente con un ojo frío. En este tipo de fimaciones de estilo periodístico, se aprecia mucho la personalidad de su director, la forma en que se expresa, cómo opina, sus jadeos y respiración. Por ello, no creo que el suceso en sí sea el protagonista principal, sino que lo es su “registrador”, ya que está inmerso en la historia y en cada situación, y la vive como todos los demás personajes.
Es impresionante cómo uno se queda perplejo e hipnotizado con las imágenes que se muestran, no por la película que se ve, sino por sus planos y escenas, y por el aporte que hace quien las crea. El mismo camarógrafo (aficionado o no) nos emociona y excita con la crudeza de sus tomas, la sencillez de su estilo, con sus movimientos involuntarios que a veces nos marean, con su respiración agitada, cuando la cámara se adapta perfectamente a cada paso que da. Es un interesante recurso a utilizar, siempre y cuando no se abuse de él, y no es mejor o peor que el tradicional, sino que es distinto.





http://www.cloverfieldmovie.com/


http://es.wikipedia.org/wiki/Cloverfield


http://www.abandomoviez.net/db/pelicula.php?film=4637


http://www.aullidos.com/pelicula.asp?id_pelicula=1079

miércoles, 4 de junio de 2008

El malo es malo y el bueno es bueno

“La naranja mecánica”(A Clockwork Orange) es una novela de Anthony Burgess, publicada en 1962 y adaptada por el director Stanley Kubrick en la película homónima aparecida en 1971 y re-estrenada en 2000. Transcurre en la ciudad de Londres, donde un grupo de jóvenes pasan sus días cometiendo los crímenes más aberrantes contra los habitantes del lugar. Desde golpear a vagabundos, hasta violaciones, robos e invasión de vivienda.
Estos chicos no concurren a clase, viven de noche y duermen de día, y son fanáticos del sexo desenfrenado.
Su jolgorio finaliza cuando la policía detiene a Alex (Malcolm McDowell), líder de la banda, quien encerrado en una especie de hospital psiquiátrico, es sometido a un tratamiento intensivo llamado “Efecto Ludovico”, para curar su enfermedad. Según los médicos, éstas técnicas darán resultado en un futuro cercano, haciendo que la persona más desquiciada se convierta en un ciudadano modelo y un excelente ser humano, hasta que el matar, violar o robar le causen vómitos. Por eso la película puede provocar un interesante debate en los ambitos psicológico y psiquiátrico, y un comentario social acerca de la ciudad futurista distópica que se muestra en ella.
¿Pero darán realmente resultado estos procedimientos en un adolescente con éstas características innatas tan fuertes?. La pregunta es contestada al final de la película, pero no deja absolutamente ninguna moraleja positiva, sino que propicia la imaginación de los jóvenes que buscan contentarse viviendo su vida al revés del resto, enfrentándose con sus padres y aparentarentando todo el tiempo ser otra persona, con el fin de no ser descubiertos.
Así es todo el film que para su época seguramente habrá resultado original, pero que carece de contenido moral o costado bueno, cuyo sostén son los actores, quienes nunca fueron vistos en otras producciones. Asi que como moraleja sólo se puede decir que “es mejor ser malo por voluntad que bueno por obligación” y que el carácter no varía con métodos cientificos ni hospitalarios.
Las actuaciones no se lucen demasiado ya que los roles que se presentan no son muy elaborados, excepto el de Alex, el principal protagonista, quien fue realmente muy bien escogido para su papel. Su mirada, gestos y palabras nos recuerdan a un joven loco de remate y criminal de la época. Sus ojos celestes y profundos realmente cautivan, y su mirada de satisfacción ante los crímenes que comete no tiene igual.
Se destaca además la bella música clásica que es escuchada durante las escenas violentas (Alex es fanático de Beethoven), para que así, tiempo después, cuando el espectador oiga esta música, la asocie con las imágenes del filme como perfecta contraposición entre armonía y desorden. Fuera de estos dos puntos, el resto de la película deja mucho que desear, aunque seguramente habrá algunos detalles brillantes cinematográficamente hablando.
El film también causó controversia y no fue permitida su exposición en el Reino Unido. Para el tiempo de su re- estreno, ya había ganado una reputación de “clásico de culto”. Muchos críticos y aficionados la consideran como una de las mejores películas jamás hechas. Sin embargo, el film ha sido criticado por su violencia excesiva y la falta de humanidad, por grupos moralistas y religiosos, pregonando que sirve como un pésimo ejemplo de ideal de comportamiento para la actual juventud ávida de referentes en que basarse. Por esto, Kubrick pidió a la Warner Brothers retirar la cinta del Reino Unido.
A pesar de todo esto, esta producción fue nominada al Oscar en varias oportunidades: mejor película, mejor director, mejor montaje y mejor guión adaptado.



No he calificado esta producción porque tiene tantos puntos a favor como en contra.

Para tener en cuenta y saber más, hay un documental también sacado por Warner Brothers: Stanley Kubrick: una vida en imágenes (2001).